Como consecuencia de la dictadura santanista y la Guerra de Tres Años, la República Mexicana se encontraba en bancarrota y se declaró en suspensión de pagos respecto de su deuda externa. En respuesta a tal medida económica, tres países acreedores formaron una alianza denominada la Convención de Londres para presionar a México a cubrir sus adeudos.
Entre diciembre de 1861 y enero de 1862 las flotas armadas de España, Francia e Inglaterra, desembarcaron en Veracruz para ocupar las aduanas, presionar al gobierno mexicano y recuperar sus capitales. Los representantes de España e Inglaterra, el general Juan Prim y el embajador Charles Wyke, aceptaron negociar y llegar a un entendimiento con el ministro del exterior Manuel Doblado por lo que reembarcaron sus tropas y regresaron a sus países; no así el francés que exigió el pago inmediato de la deuda y Charles Ferdinand Latrille Conde de Lorencez siguiendo la consigna de Napoleón III, continuó con los planes de establecer una monarquía en México. Esto provocó la ruptura de la alianza tripartita y el incumplimiento de los ‘Tratados preliminares de La Soledad’; con lo que da inicio al conflicto armado entre México y Francia siendo el 19 de abril de 1862 cuando se realizan los primeros disparos en El Fortín en Veracruz. Los franceses y mexicanos conservadores establecieron un simulacro de gobierno en Orizaba, Veracruz encabezado por el general Juan Nepomuceno Almonte para que los representara. En respuesta, Benito Juárezexpidió un decreto declarando traidores a los mexicanos que colaboraran con los franceses e hizo un llamado a tomar las armas, autorizando a los gobernadores de los estados a realizar acciones al respecto y les pidió que enviaran contingentes militares con los que formó el Ejército de Oriente, logrando reunir cerca de 10 mil hombres, cuyos grupos cargaron sus propias insignias y pertrechos hasta Puebla para fortificarla.
Antes del enfrentamiento, Lorencez escribía cartas al ministro de la Guerra en las que expresaba lleno de soberbia, el complejo de superioridad de los europeos, con frases como: “Tenemos sobre los mexicanos tal superioridad de raza, organización, disciplina, moralidad y elevación de sentimientos, que os ruego digáis al emperador que a partir de este momento, y a la cabeza de seis mil soldados, soy el amo de México”.
Con 4,000 hombres, el general Ignacio Zaragoza concentró sus fuerzas en Puebla para su defensa, ordenando que se levantaran barricadas en las calles y resguardándose en tres cerros que rodean la ciudad con los fuertes de San Juan,Guadalupe y Loreto. El Ejército de Oriente, estaba dirigido por los generales Miguel Negrete, Felipe Berriozabal,Porfirio Díaz, Francisco Lamadrid, Santiago Tapia, Antonio Álvarez, Antonio Carbajal y Tomás O’Horán; siendo Negrete quien, al mando de 1,200 soldados, defendería los fuertes, y quien llevó el peso de la batalla, auxiliado por los demás generales, dirigidos por el general Zaragoza.
Por su parte, el ejército francés compuesto de los famosos zuavos - soldados de la infantería de marina, fusileros y cazadores - al mando del conde de Lorencez salieron de Amozoc hacia Puebla la mañana del 5 de mayo de 1862 donde tuvo lugar el histórico combate en el que el ejército republicano venció a los soldados imperialistas.
La batalla comenzó después de las once de la mañana, con la acometida del ejército francés al fuerte de Guadalupe defendido por Negrete; inmediato al ataque es socorrido por la brigada de Berriozabal. Zaragoza auxiliaba las acciones, apoyado por la brigada de Lamadrid a la izquierda y la división de Díaz a la derecha, apoyados por la caballería.
Después de tres intentos de apoderarse del cerro de Guadalupe, no pudieron contra el ejército mexicano, ni contra el terreno y la tormenta que se desató acompañada de granizo, obligando al ejército francés a retirarse bajo una “lluvia de fuego y agua”. Primero besaron el polvo, después el lodo de los campos de Puebla. Además, cuenta la tradición que sobresalieron en la lucha los chinacos, diestros jinetes que dominaban la lanza, el sable y el machete; así como los zacapoaxtlas, que iban a pie y peleaban con machete.
La batalla duró más de cuatro horas y, a las 05:49 de la tarde, el general Ignacio Zaragoza, envía vía telegráfica al presidente Juárez, las siguientes palabras: “las armas del supremo gobierno se han cubierto de gloria.” y en el parte de hechos agregó después: “El ejército francés se ha batido con mucha bizarría; su general en jefe se ha portado con torpeza en el ataque”. Zaragoza calculó las bajas del enemigo en más de mil, entre muertos y heridos, además de ocho prisioneros, y 400 de parte de los connacionales.
Pero justo cuando más necesitaban al general Zaragoza, enfermó gravemente de tifo y el 8 de septiembre del mismo año murió en la ciudad de Puebla, siendo sustituido por el general Jesús González Ortega al mando del Ejército de Oriente, que se preparaba para seguir resistiendo el avance de los franceses. Puebla fue sitiada un año después y tras dos meses se rindió el 17 de mayo de 1863. Ante tal noticia, el presidente Juárez abandona la Ciudad de México y se traslada a San Luis Potosí. Las fuerzas franco-mexicanas entraron a México el 10 de junio, al mando del general Elías Frédéric Forey, enviado por Napoleón III con tropas de refuerzo y para sustituir a Lorencez. Mientras, Luis Bonaparte, sobrino de Napoleón I, aliado con los conservadores, comienza los preparativos para recibir al príncipe Fernando Maximiliano de Habsburgo, archiduque de Austria, segundo Emperador de México.
Su significado para el pueblo mexicano
Aunque el triunfo de la Batalla del 5 de Mayo de 1862 no fue definitivo, la resonancia de esta victoria hizo estremecerse a la patria y quedó como un símbolo del valor de defender la nación ante un enemigo temible. México se alzó en medio de las naciones y el pueblo recobró la fe y el patriotismo, halagando el honor nacional. Zaragoza obligó a los franceses a huir, frenando con ello su soberbia y sus proyectos de expansión; animó el nacionalismo y destruyó la preponderancia de Europa en nuestro país. Es considerado un triunfo de los principios democráticos republicanos frente a la ambición imperialista, acentuó la opinión mexicana de libertad y soberanía, sobre la base del respeto mutuo, fundamentado en la paz, donde el elemento humano fue determinante. Se gestaron los principios propugnados por México de la no intervención y la autodeterminación de los pueblos.
Este hecho se sigue recordando de dos maneras: la oficial, que inició desde el primer aniversario, poco antes de que cayera el sitio de Puebla, con un discurso conmemorativo pronunciado en la alameda Central de la Ciudad de México en el año de 1863, que alentaba al pueblo a resistir y mantener la moral ante la incertidumbre, así como recordarles que era posible derrotar a un enemigo por poderoso que parezca. Celebración que continuó después de la expulsión de los franceses, hasta la actualidad.
La popular se pudo dar derivada de la celebración oficial; pero otra posibilidad es que los hombres que regresaron a sus comunidades, después de pelear contra los “franchutes” o “gabachos” (algunos producto de la leva), llevaron consigo recordatorios de la batalla, físicos y mentales, lo que pudo ser transmitido de padres a hijos por tradición oral hasta nuestros días. En algún momento comenzaron a representar la batalla en sus comunidades, como una forma de no olvidar esa historia que se volvió memoria colectiva pero con la diferencia de que no hay muerte, sino júbilo y donde todos comparten baile, canto y comida. El tiempo convirtió este encuentro bélico en relato, mito y fiesta; mismo que traspasó las fronteras y comenzó a celebrarse por las familias de origen mexicano que emigraron hacia los Estados Unidos.
A fin de cuentas la diferencia del resultado estuvo en que a ellos los impulsaba la ambición, pero a los mexicanos la razón y el corazón.
Entre diciembre de 1861 y enero de 1862 las flotas armadas de España, Francia e Inglaterra, desembarcaron en Veracruz para ocupar las aduanas, presionar al gobierno mexicano y recuperar sus capitales. Los representantes de España e Inglaterra, el general Juan Prim y el embajador Charles Wyke, aceptaron negociar y llegar a un entendimiento con el ministro del exterior Manuel Doblado por lo que reembarcaron sus tropas y regresaron a sus países; no así el francés que exigió el pago inmediato de la deuda y Charles Ferdinand Latrille Conde de Lorencez siguiendo la consigna de Napoleón III, continuó conEste hecho se sigue recordando de dos maneras: la oficial, que inició desde el primer aniversario, poco antes de que cayera el sitio de Puebla, con un discurso conmemorativo pronunciado en la alameda Central los planes de establecer una monarquía en México. y que este hecho es relevante para los mexicanos. diana hernandez de 1 "A"
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